martes, 25 de noviembre de 2008

SI PONGO CORAZÓN

Si pongo ganas
Si pongo corazón
Si la ilusión me alcanza
Si le echo ganas
Puede el viento y puedo yo
Llenar de aire las alas

Si pongo corazón

Déjame volar
Aunque tropiece con el cielo
Hay noches estrelladas
Y días que se estrellan contra el suelo
Déjame intentarlo
Aunque tropiece
Son mis sueños
Si aguantan las estrellas
En una de estas noches contra el viento
Yo despego

Si pongo el alma
Si me permites tú
Si Dios no da la espalda
Y si vuelco en ganas
Puede el viento y puedo yo
Llenar de aire las alas


Si pongo corazón...

PARA EL QUE VUELA CON LA QUE VUELA, REGALÁNDOLE FE PARA COMBATIR LA DESCONFIANZA Y SONRISAS PARA LUCHAR CONTRA LAS LÁGRIMAS.


SIGAMOS PONIENDO CORAZÓN...

jueves, 20 de noviembre de 2008

LA MALDITA

Maldita desconfianza, ya sabía yo que aparecería con sus manos negras ensuciándolo todo y, por más que me entregué, por más que abrí mis puertas de par en par, por más que di, por más que luché, ella hizo su aparición escapando a mi control, porque en ningún momento estuvo en mis manos.

Entró por un hueco del descuido, estúpida, traidora, con su cara de reina de la fiesta, mirándome por encima del hombro, triunfante y vencedora soberbia, diciendo aquí estoy yo para volverte a estropear la vida. Y yo, que limpiaba afanada, que por fin me imaginé moviéndome en un mar de pureza, que me permití creer por unos instantes en la honestidad y en valores que ya daba por perdidos y que ahora no puedo ni mencionar... Yo, crédula, insensata, simplona, ilusa, tonta, imbécil, caricatura de mí misma, absurda, ridícula y grotesca, me veo hoy lapidando mis pasos hacia la fe con los desconchones de mis paredes deshechas. Tal vez me precipité en construir tabiques sobre el aire, desoyendo los consejos que me hablaban de la prudencia de asentarse sobre sólidos cimientos, tal vez veneré a dioses con los pies de barro, tal vez fui victima otra vez de mis quijotadas, tal vez no estoy fabricada para navegar en las aguas de este mundo frívolo…

Hoy no tengo respuestas, no hoy que no consigo salir de mi asombro, de mi desilusión, de mi desencanto, de mi flagelación, de mi autoagresión, de mis ganas de desaparecer de este perverso mundo donde la gente con sueños es pisoteada, machacar al prójimo es un triunfo, la mentira siempre sale impune, mantener ideales provoca la risa y el insulto, el que más oprime es el que más triunfa, burlarse del otro está de moda, la lucha por los valores es motivo de duda acerca de la cordura de alguien y la inocencia no sólo no se respeta, sino que se desprecia.

Hay que ser implacable, amigos, este mundo es una selva y para sobrevivir debemos educarnos en la pedagogía de la superficialidad, de la hipocresía, del aprovechamiento de los demás, de la fabricación de verdades inventadas que nos conduzcan a la funcionalidad y al pragmatismo, y sobre todo a extraer ganancias, sean de tipo que sean, eso sí, lo importante es no salir perdiendo nunca. Enseñemos correctamente a nuestros sucesores: la gente limpia no va a ningún lado, las utopías son demencias disfrazadas, los valores son el opio moderno del pueblo, la empatía es un invento de los más espabilados para distraer a los ingenuos y llegar los primeros a la meta.

Y, amigos míos, la vida no es ningún sueño, aunque, eso sí, los sueños, sueños son.

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA MAGIA DE LAS PEQUEÑAS COSAS


La magia de las pequeñas cosas, cuántas veces tendemos a olvidarla y cuántas veces nos descubrimos siendo felices por ella. Con la inocencia de una mañana otoñal, amaneces en tu tierra, te desperezas disfrutando el dulce sabor de un mensaje que luce en la mesilla y que te recuerda que hay alguien que sueña contigo, te detienes unos instantes a mirar las grietas del techo blanco recordando tantos momentos en esa casa añeja y balanceándote en la incredulidad de la transformación de tu vida. Palpas tu cuerpo debajo de las sábanas, asegurándote de que todo se halla en su sitio y frotas tus ojos para comprobar que ya has salido del sueño. -Sí, estoy aquí-, te dices, -soy yo, la que soñaba hace años con una vida distinta, pero ésta es la que tengo y me gusta, a pesar de no ser la soñada, a pesar de no haber logrado la vida perfecta de aquellas películas que colaban sus engaños del sueño americano por la pequeña pantalla en blanco y negro, a pesar de las pérdidas y fracasos, a pesar de haber transitado por los años sin esos grandes éxitos y eventos con que decoraba mi ilusión de princesita estúpida, a pesar de todo, me gusta lo que hay, lo que vivo, lo que soy. Este es mi hogar, mi cama, mis olores, mis colores, ése fue mi pasado y éste es mi presente, ¿pasó aquello?, sí pasó, ¿es real lo que vivo?, sí lo es, ¿y ese mensaje?, sí también-, y vuelves a leerlo…

Hace frío, mucho frío, un frío que te cala los huesos y es que, en estos caserones de antes, ni siquiera una buena calefacción es eficaz. Te lo piensas dos veces más, mientras escuchas los dibujos en la tele que tu sobrina tiene enchufada desde las ocho de la mañana, aunque sea domingo. Coges impulso y te atreves a dar un salto al suelo helado, te colocas rápido lo primero que pillas para abrigarte un poco y bajas las escaleras. Desayunas (sin diamantes) en la vieja cocina del pueblo rodeada de pucheros entre el aroma del buen café de tu madre y, acompañándote de fondo, su voz y la de la radio al unísono. Este café con leche no sabe igual que el tuyo, ni que el de nadie, porque es el café con leche de tu madre, único, sin igual. Unas galletillas maría y unas magdalenas, no hay nada como mojar esas delicias en el líquido marrón mientras tu madre cacharrea y te cuenta de la vida: que si ¿tú cómo estás?, que si yo lo que quiero es que estés bien y veros felices a todos, que si ojala tu padre y yo tengamos salud y podamos disfrutaros los años que nos queden, que si ojala que tengas suerte esta vez y te vaya mejor en la vida, que si ¡ay, hija mía, qué a gusto estoy hablando contigo!, que si os echo mucho de menos, que si estaba deseando cumplir la edad para jubilarme y poderos disfrutar, que si ¿qué te parece si hago de comer una sopa y unas albóndigas o a lo mejor tu hermana quiere otra cosa?, que si esto, que si lo otro… y tú te vas dejando acariciar por este momento que antes tan sólo veías como pura rutina, pero que desde esta edad ya has aprendido que esto es lo único verdaderamente importante y rezas para dentro para que haya muchas mañanas como ésta, desayunando entre los pucheros y la cháchara de tu madre y, entonces, sin querer, se te escapa una mirada de tristeza hacia su delantal.

Realizas las tareas de costumbre en esa casa, lo primero es lo primero, hay que poner orden y limpieza dejando el rastro del olor amoniacal de pino por todos los rincones, las camitas bien hechas, la ropa ordenada, la estufa al rojo vivo y la leña preparada para la próxima calda. Te aseas, te vistes a lo Lara Croft y decides ir a pasear por tus viejos montes con tu sobrina y un perrillo famélico que le acaban de regalar a tu padre. El pobrecico, por mucho que coma, es todo huesos, -debe tener lombrices- infieres con un aire científico de estar por casa (¡ea, ya ha llegao la lista que to lo sabe!). Coges tu coche adaptado al terreno, subes al perrillo anoréxico y espantadizo encima de tu sobrina y pones la música a todo trapo subiendo por aquellos carriles que cada vez se empinan más y se hacen más estrechos, tanto que si te cruzas con la ranchera de algún ganadero que baja de darle vuelta a las ovejas, casi te tienes que tirar al barranco mientras soportas la mirada de asco que te lanza, adivinando entre sus dientes algo así como “ya está aquí la creída de la capi que p’a un día que viene se cree que to es suyo”. Pero aguantas el tipo, haces una mueca de saludo y tiras para arriba. Llegas al lugar, ¡ay, dios mío, qué gozada, que día, qué luz, qué agua en el arroyuelo, qué sol entre las hojas caídas, anaranjadas, violetas, burdeos..., qué sonidos, qué colores, qué silencio!. El perrico gimotea como diciendo “¿dónde me habéis traído que no me gusta na de na?, ¿qué me vais a hacer?" y tú le miras a sus ojos redondos y le dices -calla perrico, calla, calla y escucha...- Tú señalas los grandes peñones de arriba, las rapaces planeando, el riachuelo, el sembrado de mimbre, los pinos, el camino de piedras, el estrecho… tu sobrina te mira pensando que estás loca y te dice “¿pero qué pasa?” y tú le contestas -nada cariño, sólo la magia de las pequeñas cosas…-

viernes, 7 de noviembre de 2008

DE SOBRA

Me sobran los días negros en que mis ojos no pueden parar de llover tristeza
Las palabras enmascaradas de reproche
El miedo a volar, a sentir, a vivir
Las promesas incumplidas
La incapacidad para el compromiso y la implicación
Los consejos que bajo disfraces bienintencionados ocultan mala voluntad
La envidia escondida entre miradas ofensivas de soslayo
Las inseguridades que alejan del amor verdadero
Las barreras a la libertad
El conformismo pasivo con lo mediocre para evitar el riesgo
Las mentiras envueltas en palabras demagógicas
Los insultos a la inteligencia
La involución de la autoestima a la prepotencia, la egolatría y el narcisismo
La priorización de vivir de cara a la galería por encima de vivir una vida auténtica
Los ojos esquivos que no miran a los ojos
Los besos fríos de labios rígidos, secos y distantes
Los besos que no entornan los ojos
Los abrazos que no envuelven
Los abrazos apartados con palmaditas en la espalda
Los apretones de manos blandas y húmedas
La falta de sensibilidad
La gente que ve la paja en el ojo ajeno, pero es incapaz de ver la viga en el suyo
La gente que no tiene sentido del humor
La gente que desprecia la diversidad de opciones de vida
La gente que no es capaz de amar
La gente que se autodestruye una y otra vez
La gente derrotista, pesimista, fatalista
La gente que encuentra disfrute en el dolor de los demás
La gente que pisa a los otros para inflar su ego
La malicia, la manipulación, la hipocresía, el egoísmo, la soberbia, la antipatía, la vanidad, la fanfarronería, la superficialidad, el materialismo, el clasismo, la intolerancia, la estereotipación, la exclusión, el abuso, la explotación, la violencia, el rencor…

Todo eso me sobra y hoy, que he limpiado mis armarios, lo he hacinado en un montoncito, lo he metido en una bolsa negra con un nudo bien apretado, le he soplado un adiós y voy a bajarlo al contenedor de basura no reciclable.

Hasta nunca, no te quiero, estás de sobra bolsa negra.