martes, 29 de julio de 2008

HILOS Y EQUILIBRIOS

Ahora que mi vida me somete (o yo someto a mi vida) a hacer equilibrismos sobre un delgado hilo transparente, me pregunto qué cínico juego nos lleva a estados cómo éste, quién es el dueño de los hilos verticales que mueven nuestras acciones y quién nos tiende los hilos horizontales por donde atravesar grandes distancias encogiendo la respiración, el corazón, el cuerpo y la mente para no caer al vacío.
Tal vez cada uno de nosotros somos dueños de nuestras propias vivencias, tal vez..., pero algo se escapa en mi trayecto, algo no encaja, todo no dependió de mí en el pasado, y todo no depende de mí en el presente. Asumo mi parte de control, pero también mi parte de no control y ésta es la que más me arrastra a la desesperanza, porque si tan sólo pudiera tener alguna certeza de que todos los errores y todos los aciertos son por y para mí, el color de este hilo sobre el que transito se teñiría de algún color para facilitarme un punto de referencia. Pero nada responde a mis ruegos, durante unos instantes soy yo la que domina la tensión que calibra mi cuerpo bajo mis pies, pero instantes más tarde pierdo todo el poder y el mundo entero se tambalea conmigo a cuestas. Y vuelta a empezar, cierro los ojos, respiro con suavidad, me concentro en una diminuta luz y recupero estabilidad. ¡Uff, salvada por los pelos!, pero, ¿hasta cuando?, el vaivén es imprevisible…
Y hoy, precisamente, alguien me ha lapidado con una sola frase: “a pesar de todo, no pierdas el equilibrio”. Difícil misión, cuando son tantos los momentos en que la inercia del movimiento te puede, cuando las presiones del entorno te intentan tirar al suelo sin piedad, cuando tengo que elegir entre dejar que las lágrimas empañen mi visión o descompensar mis brazos para apartarlas de mis ojos… Pero asumo la misión, alguien espera de mí que me mantenga serena, ilesa y a salvo de mí misma. Mientras repito monótona y suavemente esas palabras dentro de mí, elevo una solicitud externa a creencia interna.

Vuelvo a la fe, me digo –no desfallezcas-, repaso los hilos que han movido mi vida, algunos se mantienen y otros fueron cortados, pero recuerdo que por aquí abajo tejí en un pasado algunas hebras más sólidas de la que piso ahora. Tan sólo tengo que recobrar la memoria exacta. Lo intento, me concentro, pierdo el miedo y arriesgo levantando un pié para posarlo en mi propia red, esa que acabo de descubrir entre un leve colorido un poco más allá de la línea transparente. Parece seguro...

Cuando creo que podré resistir un poco más, escucho un redoble de tambores, se acerca el más difícil todavía…

lunes, 14 de julio de 2008

BENDITOS ÁNGELES

Hay veces que un silencio apocalíptico se apodera de ti, hunde sus uñas en tus labios, en tu mente y en tu corazón y te convierte en un ser bloqueado y mudo tras el impacto, atrincherado detrás del miedo. Pero, a veces, llega uno de esos maravillosos ángeles guardianes y se pone a mover tu voz sin mover tus labios, hablando por ti, cambiando el mutismo por letras llenas de los significados de una vida vivida y poniendo nombre a la emoción. Y es un empujoncito que te mueve…

Gracias, mi querida Mónica, por hablar hoy aquí, por romper este silencio, por ese abrazo de palabras, por todo lo que tú y yo sabemos.

Benditos ángeles…


CERRANDO PUERTAS
Algunos días te despiertas con la valentía de llevar a cabo una decisión muy dura para ti pero que de repente se muestra clara en tu cabeza, por mucho que cueste, por mucho que duela. Y ves que detrás de esa decisión lo que tendrás que superar no es mayor que un granito de arena, porque sabes que detrás de éste está tu salvación y por fin, tu tranquila felicidad.
A medida que se acerca el momento en cuestión, te armas de valor y pones las palabras bien claras en tu mente y sobre la mesa, y empiezas a recitarlas como tantas veces ya has hecho en silencio, y te salen bien, tan comprensibles y tan evidentes que por unos instantes pareces inerte y fría como un témpano de hielo, sin dejar mostrar al que las escucha el río de sentimientos que están aflorando por tus poros y esas dos lágrimas que están luchando por mantenerse escondidas.
Aprietas tus manos y tus labios. Ya está todo dicho, todo hecho, todo acabado. Cerrada una etapa de tu vida que ayer era lo que te atormentaba y hoy… hoy sólo recuerdas las cosas buenas, los momentos más felices de aquellos días, como si la vida te mandara señales contradictorias a lo que piensas que parecen decirte “quizás no hayas hecho lo correcto”… Y tu mente se empieza a retorcer, se convierte en un remolino de pensamientos contrariados, dudas, incertidumbre y miedo, dolor y mucha, mucha inseguridad.

Y ese grano de arena que tenías que sortear empieza a crecer, empieza a convertirse en una montaña altísima difícil de escalar y que, estando sola, se hace mucho más dura. En un primer pensamiento fugaz remoloneas y te crees perezosa para enfrentarte a ella, pero eres fuerte, y sabes que tarde o temprano coronarás, aunque la mochila tan llena de recuerdos empieza a pesar y a hacerse insoportable.
Es un duro camino. Te flaquean las piernas y te tiemblan las manos. En tu cabeza la idea de escapar de este trance se hace cada vez más fuerte y tienes que luchar muchas veces contigo misma para no abandonar a mitad del camino. Pero aun estás tan lejos…
Y al llegar a la cima después de tantos días de llantos y pesar ves la puerta que tanto ansías cerrar de un portazo, pero con una calma que ni tú misma esperas, pausadamente te acercas a ella, la miras de frente, con la cabeza muy alta, colocas tus manos extendidas sobre ella y la acaricias suavemente reposando tu cabeza en su regazo, cierras los ojos y sonríes, y con mucho tacto la empujas lentamente y sin hacer ruido, como si no quisieras despertar lo que allí se queda detrás guardado. Notarás como la montaña ha descendido bajo tus pies y estás ahora pisando sobre suelo firme. Entonces sientes que tu viaje ha terminado de una vez y para siempre. Y sabes que eres dueña de ti misma de nuevo y estás entera para afrontar lo que te depare la vida… una vida hermosa y llena de regalos que está esperando justo ahí, a tu lado, cogida de tu mano.

Mónica.