jueves, 15 de mayo de 2008

Mi mundo libre

Toma mi mano y déjame llevarte a mi mundo libre. Quiero enseñarte el monte de los deseos donde deshojaríamos todas nuestras margaritas del SI. Nos recostaríamos debajo de mi olmo, frente a frente, encendiéndonos los ojos, mientras nos murmuráramos en los labios todas esas palabras que tanto tiempo escondimos en cajones secretos. Luego, al atardecer, enmudeceríamos en un abrazo infinito, dejándonos mecer por la melodía de nuestra respiración para olvidar el universo y abandonarnos a soñar un mismo sueño.
En mi mundo libre, gozaríamos del aire, del sol, de la lluvia, del rocío de la mañana, de los lienzos que pintan las nubes en el cielo, del olor del verde, del terciopelo de los valles en abril, de la música de nuestro jardín…. Inseparables en uno, sintiendo la vida al unísono, nos diríamos todo con ojos y caricias.
En ese mundo no habría suspicacias, ni peros, ni recelos, porque no habría nada que temer, nada por lo que dudar. Te regalaría colmado mi yo sabio, aprendido, florecido, sin rincones, ni artificios, sin mentiras, ni evasivas…. El tuyo sería mío. Nuestras ilusiones crecerían como las del primer amor, vírgenes y diáfanas, brotando a borbotones desbocadas de sus riendas, sin bordes que rebasar, pues no existirían límites. Con una fe hercúlea en la inmortalidad del “para siempre”, desterrando toda posibilidad para lo efímero y borrando cualquier grieta de escepticismo que fuese hija de desilusiones pasadas. No habría pasado, ni futuro, sólo aquí y ahora, sólo quimeras posibles y pasiones reinventadas cada día.
Seríamos lo que quisiéramos ser, sin clichés, ni axiomas que nos definan: personajes grotescos y almidonados, ardientes y apasionados, bohemios y lánguidos, vehementes y temerarios, racionales y exactos, emocionales e idealistas… Porque allí, en mi mundo libre, volvemos a nacer, inexplorados, inocentes y soñadores, pero después del aprendizaje de haber vivido, después de haber pronunciado tantas veces “nunca más haré”, después del “si yo hubiera…” para pasar al “yo hago y yo soy”…
El despertador del portazo matinal de la casa contigua abre mis ojos que se tropiezan con el techo de la habitación, el que otra mañana me muestra los límites de mi existencia. Ahí precisamente acaba el alcance de mi vuelo. Mis pies buscan un apoyo fuera de la cama, encontrando el suelo que me ancla, amarrándome a la tierra.
Lo siento Amor, creo que hoy no podré llevarte, mi mundo libre aún no me deja entrar. Iré a buscarte mañana…

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