
No, nunca quise convertirme en una de esas personas. Y conozco perfectamente la tentación de caer en adicciones al dolor, pero luché contra ella y ya no permito la vuelta atrás.
Es imposible explicar el infierno de un sufrimiento tan inhumano como el que la vida me puso delante, es algo que sólo se siente, se padece, se vive, se soporta, se afronta y se acepta. En ese viaje se fueron generando jerarquías de dolor, presididas por el más letal y, entorno a él, otros fueron situándose en distintas gradaciones de soportabilidad. Unos surgidos como brechas del pasado latentes que fueron paridas de golpe tras el zarpazo protagonista y, otros, que se abrieron paso en sincronía con mis pequeños intentos por arañar nuevos atajos para salir del pozo.
Aprendí infinitas cosas observando dentro de mí. Una de ellas es a no mirar nunca a tus espaldas, aunque supongo que hay ocasiones en que la vida te exige echar unos pasitos atrás para tomar impulso y es entonces cuando te preparas para hacerte con la valentía suficiente para abrir el baúl de los recuerdos con la atención y consciencia que necesitas para asegurarte de que ya no duelen. Y, sólo después, puede llegar la paz y el equilibrio que te permiten crecer, porque los mejores frutos de la vida sólo se recogen tras un tiempo obligado de reposo y maduración.
Hoy me veo haciendo balance de dolores pasados, como si algo me estuviese anunciando una metamorfosis venidera que me ruega que sacuda mis equipajes antiguos para abrirme a una nueva vida, como si fuera a irme para siempre o a quedarme para siempre, como si se avecinaran grandes cambios y grandes partidas. Como si todas las intuiciones que construí estuviesen ahora empujando desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera.
Me invade la necesidad (y al mismo tiempo el deber) de poner en orden mi vida bajo un criterio lógico y cronológico, desde el pasado hacia el presente y desde éste hacia el mañana… Empiezo por los dolores más periféricos de la jerarquía, repaso lo que sentí y lo que escribí sobre ellos. Los ofrezco al cielo, les agradezco sus enseñanzas, los beso y me despido de ellos. Luego se desprenden de mi lado, deshaciéndose en vapor de nubes, sin adherencias, sin resistencias, sin dolor…, simplemente dejan de ser.
Poco a poco, me preparo para abrir urnas más enterradas y difíciles. Espero poder levantar las cáscaras de mis frutas maduras. El mañana está por venir…