¿Por qué carbón?, ¿esto es todo lo que merezco?, es más, si este año yo no pedí nada, ¿para qué pierden el tiempo los tres hombres sabios conmigo?, si hace mucho tiempo que le dije a Baltasar que ya no estoy para nada en este juego del consumismo, que no les quiero dar trabajo, que se olviden de pasarse por el centro comercial por mi y que sigan su camino de largo. Pero debí equivocarme de rey o no hice el suficiente hincapié porque se han empeñado en venir a dejarme mi regalito. Si al menos hubiera sido el ipod o la wii sorpresa, yo hubiera intentado hacer un hueco de tolerancia al absurdo sentido comercial de esta parodia, pero no, estos graciosillos allanan mi morada aprovechando mis dulces sueños para dejarme el pasillo lleno de los excrementos de sus camellos, atracar mi nevera, beberse mis cervezas, comerse los espaguetis que tenía reservados para hoy y desordenarme los sillones y la alfombra, todo para obsequiarme con un detalle de cinismo carbonizado a los pies del arbolillo que representaba el escaso resquicio de ilusión que conservo de estas fiestas postizas.
Me entretengo haciendo rimas con carbón, intentando sacar la rabia que me produce la bromita, al tiempo que busco darle un sentido y, casi sin darme cuenta, me zambullo en mi propio análisis conductual de este pasado año. Claro, ahora lo entiendo, no me he portado bien, he sido mala, no malísima, pero sí mala, al menos “mala” según lo definen los dictados judeocristianos y otros más cercanos a la cultura patriarcal en la que aún nadamos, queramos o no. Y es que no me conformé, no fui sumisa, no callé, no silencié, no toleré, no consentí, no fui dócil, obediente, resignada, ni abnegada, no miré para otro lado, no otorgué para complacer, no me humillé, no acepté. Este pasado año declaré, pronuncié, reclamé, exigí, solicité, confesé, protesté, me atreví, luché, perdí y gané.
Fui mala, sí, y creo que me gusta, porque ser mala no debe ser malo, pues este seis de enero, a diferencia de otros pasados, me siento bien, con mi carbón, con mi árbol, con mi rebeldía, con mis pies firmes en el suelo, con mi cabeza alta, con mis sueños, con mis locuras acertadas, con mis pasiones y mis ganas de amar, con mis soledades y mis compañías, con mis fantasmas, con mis ilusiones, con mi corazón pleno, con mi mente clara, con mi presente y con mi futuro.